lunes, 13 de octubre de 2014

¿Es bueno aprender a leer tan pronto?

Esta noche mi hijo de casi 5 años ha comenzado a leer ya palabras, después de llevar desde el curso pasado identificando letras y sílabas. En estos tiempos de estadísticas sobre educación (Informe PISA) que dejan a España poco más o menos a la altura del betún en cuanto a calidad de la enseñanza y planificación del sistema educativo, me da qué pensar si realmente estamos haciendo las cosas bien... 

¿Es bueno aprender a leer tan pronto?

Educación: ¿Es bueno aprender a leer tan pronto?
Podríamos pensar que empezar pronto y de forma sistemática a trabajar habilidades como la lectura y la escritura se traducirá en mejores resultados académicos. Sin embargo, parece que no es así, y hay evidencias desde hace muchos años. Según el informe PISA, que mide el rendimiento de estudiantes de todo el mundo, España presenta resultados mediocres respecto de los países europeos en áreas como la competencia lectora o las matemáticas. ¿Cómo es posible? ¿En qué nos equivocamos? ¿Necesitamos quizá empezar antes, exigir más, evaluar mejor? Las respuestas no van por ese camino.


El sistema educativo finlandés, un ejemplo

Xavier Melgarejo, psicólogo y doctor en Pedagogía, buscó respuestas investigando para su tesis. Lo hizo ahondando en el sistema de educación que cada año encabeza el informe PISA, el finlandés. ¿Qué hacen allí? “Muchas de mis creencias entraron en crisis durante esos años”, recuerda. Las dos creencias que antes cayeron fueron dos:
Cuanto antes, mejor. FALSO. En Finlandia los niños no aprenden a leer hasta los siete años. Incluso, ven contraproducente empezar antes; pero a los nueve ya ocupan uno de los primeros puestos del mundo en competencia lectora. Y en matemáticas.
Cuanto más, mejor. FALSO. Tampoco aquí salen las cuentas. Resulta que en Finlandia los niños tienen menos horas de clase, ¡y cinco recreos al día! Cada 45 minutos, 15 minutos de recreo, mientras que en España son 30 minutos en cinco horas.
Además, Finlandia es el país que menos horas curriculares realiza entre la primaria y la secundaria. Entonces, ¿cómo es posible que ocupen siempre los primeros puestos? Puede ser porque es un tema en el que seimplica toda la sociedad: los profesores; los padres, que confían en los maestros y no les culpan de los fracasos de sus hijos; el Estado, que potencia una educación pública y que no modifica ni una ley educativa sin consenso político. Además, por supuesto, el método que usan es diferente. Se enseña cuando el niño está preparado, maduro, no antes. Por eso empiezan la lectoescritura a los siete años. ¿Y qué hacen antes de leer? ¿Cómo se preparan? Para nuestra sorpresa, la mitad de los niños finlandeses no va a preescolar y entran en la escuela a los seis o siete años.


Fomentar la curiosidad y autonomía del niño

¿Y la otra mitad? ¿La que acude a preescolar? Juega. Y se fomenta continuamente la exploración y la autonomía del niño. “Las temperaturas pueden superar los 30 grados bajo cero, y cada hora los niños se visten y desvisten para salir al patio”, cuenta Luis Jiménez, cuyos sobrinos viven en Finlandia.
Visto esto, parece que no estaría de más que nuestro país diera un giro. Mari Carmen Díez Navarro, maestra y psicopedagoga, ha descrito en libros como “Mi escuela sabe a naranja” o “10 ideas clave. La educación infantil” (ambos de editorial Graó) ideas que pueden favorecer estos cambios.
¿Qué necesita el niño aprender antes para después tener éxito en las matemáticas o la lectura? ¿Repetir? ¿Esfuerzo? ¿Experimentar? ¿Afecto? Su principal objetivo, reconoce, no es que sepan leer, ni escribir, ni contar cuando acaben infantil, sino “que lleguen a primaria con ilusión y ganas”. La clave “es hacer afectivo el día a día en la escuela. Cuando un niño crea un vínculo con su maestra y se siente seguro, podrá dedicarse a aprender, a jugar, a afrontar sus sentimientos”, afirma. Es el primer paso, pero no el único.


La importancia de valorar el esfuerzo de los niños

Otro punto: más importante que hacerlo bien o no, es valorar lo que los niños hacen: “Por ejemplo, cuando pintan, al principio no persiguen más que disfrutar. Si valoramos sus producciones, hacia los cuatro o cinco años ellos solos empiezan a dibujar con intención de crear algo bello”, afirma esta maestra. Nuestra valoración estimula que disfruten en cada momento y, por lo tanto, que tengan deseos de seguir, de repetir, de crear. Y, por supuesto, han de jugar, jugar y jugar.
“Yo me quedo impresionada al ver cómo a través del juego ellos solos se enfrentan y resuelven problemas de todo tipo, cómo organizan el material, ordenan tamaños, resuelven problemas con los amigos...”, apunta Mari Carmen Díez. Para las matemáticas, por ejemplo, más importante que copiar el número 1 es “manipular, explorar y contar cosas”, explica esta maestra, aunque no se sepan aún los números.
También la manipulación y la exploración sirven para preparar la escritura “porque el niño madura del hombro a los dedos”, recuerda. Es decir, jamás podrá tener buen control de la mano si no lo ha tenido antes del antebrazo. Las actividades que conlleven movimientos de barrido con los brazos les ayudan a desarrollar, más adelante, la precisión en los dedos; y por eso muchos niños que empiezan a escribir demasiado pronto adoptan una posición forzada para la que su cuerpo no está preparado.


Cómo fomentar el interés por la lectura

En la clase de Mari Carmen Díez la lectura llega de la mano del juego y el afecto, saboreando las palabras una a una y sin presiones. Despacio, disfrutando, sin adelantar. A los tres años cada uno se dedica aaprender su nombre. Esto hace que algunos niños se empiecen a interesar en las letras y las palabras.
A los cuatro años tienen su colección de palabras que “les caen bien”: las sacan de los cuentos que su maestra les lee. Y cuando han coleccionado cuatro o cinco palabras, como Rita (el nombre de la mariposa de uno de sus cuentos favoritos), juegan al Pasapalabra. Son palabras para abrir el apetito y mucho más efectivas que el clásico silabeo. A los cinco años se hacen cada uno su tarjeta de visita, y además cada niño es nombrado padrino de una letra: cuando alguien quiere saber algo de la z..., pues le pregunta a Iván Pérez, que es su padrino. Se comunican la información sobre las letras como un secreto o un truco (“para poner la z, primero...”).
Tienen también un buzón a través del cual se envían mensajes (“te invito”) y también tienen la “caja de escuchar los sueños”, de donde deben sacar cada vez cinco cosas (imágenes, objetos o juguetes) con las que inventar una historia que comience, pase algo y termine. En fin, que juegan, juegan y juegan con las palabras. Y un buen día llega un niño y le dice a su seño: “Yo no sé cómo lo hago, pero lo miro y lo leo”. Otro día, dice otro: “Yo creo que sé leer, pero no estoy seguro”. Cada uno a su ritmo, y como la fruta madura, todos lo van consiguiendo. Los números los aprenden con la dirección de su casa, con su edad y la de su familia, con su fecha de nacimiento, con su peso, su medida...


Educar en valores

Pero no solo de números y letras va la cosa. Va de todo lo que conlleva vivir. En “Mi escuela sabe a naranja” esta maestra cuenta cómo van surgiendo las oportunidades de aprender de verdad y afrontar situaciones como compartir, llorar, ayudar, burlarse, mandar, decir lo que piensan, elegir, tolerar la frustración... y esto unido a las palabras, los números y los grandes temas de la vida y la muerte. Todo va junto.
Un día uno de los niños propuso hablar de los cangrejos y otro de las tortugas. Votaron y ganaron los cangrejos. Era la primera vez, cuenta esta profesora, que una de las niñas ¡no lloraba tras perder la votación! Pidieron a un padre que trajera cangrejos. Los miraron, les contaron las patas, los dejaron moverse para ver hacia dónde iban, leyeron sobre su vida... Algunos niños pescaron cangrejos y los añadieron a los primeros, y después se enfrentaron a situaciones como la muerte de algunos cangrejos.
¿Qué sintieron? ¿Qué decidieron hacer con ellos? ¿Comerlos? ¿Enterrarlos? ¿Tirarlos a la basura? Doce niños propusieron echarlos a la sopa y como eran mayoría así se hizo. ¡Aunque luego ninguno la probó! “Porque los conocíamos”, concluyó una niña a posteriori. Sin embargo, contaba una madre, desde que estaban con el tema de los cangrejos su hijo entraba en la pescadería y comía pescado, algo que antes no hacía. Son solo algunos de los matices y aprendizajes que aportó esta situación.

Por: Martina Domeño. Artículo extraído de www.serpadres.es
Asesores: Xavier Melgarejo, psicólogo y doctor en Pedagogía; Mari Carmen Díez, maestra y psicopedagoga.www.carmendiez.com

viernes, 10 de octubre de 2014

La deslocalización empresarial

Cómo funciona el mundo: La deslocalización empresarial

En el mundo actual, en el que el proceso de globalización se ha completado casi al 100%,las grandes empresas multinacionales, que se mueven por la búsqueda del máximo beneficio,encuentran la posibilidad de hacer realidad sus sueños de manera muy sencilla. El máximo beneficio se puede lograr de dos formas:aumentando los ingresos o reduciendo los gastos. Las empresas multinacionales suelen optar por las dos opciones.
Reducir gastos es la base sobre la que se sustentan los procesos de deslocalización. Las empresas deslocalizan para gastar menos en las actividades que van a ser trasladadas de lugar. La Real Academia Española (RAE) define deslocalizar como la acción de “trasladar una producción industrial de una región a otra o de un país a otro, normalmente buscando menores costes empresariales.”
Se puede decir también que el contexto mundial ‘obliga’ a deslocalizar a las empresas. Las empresas, para obtener más beneficios, han de aumentar los ingresos accediendo a un mayor número de mercados (transnacionalizándose) y han de reducir gastos localizándose allí donde se den las condiciones para hacerlo (deslocalizándose).
Principalmente los mejores lugares para reducir gastos son los espacios de la llamada ‘Periferia’ mundial. La Periferia está compuesta por los países subdesarrollados, en desarrollo y emergentes. Estos últimos son los que más volumen de desocalización reciben, debido al tamaño de sus economías y a la fuerza laboral que tienen (todos ellos coinciden en ser países con una gran población).
Las empresas del sector automovilístico, del sector textil o de industrias pesadas suelen ser las que más deslocalizan. En sus cadenas de producción hay tareas o funciones que requieren de menos cualificación, y se busca una mano de obra más barata. El ejemplo del automóvil es muy sencillo: mientras que el diseño del coche se realiza en la metrópolis (en una gran ciudad occidental), el proceso de producción de los distintos componentes o piezas tiene lugar en fábricas asiáticas, latinoamericanas o africanas.
Es una cuestión de niveles o rangos. Los rangos más altos se localizan en los espacios de rango mayor, y viceversa. Esta realidad no sirve únicamente para explicar el proceso de deslocalización, sino que se aplica para comprender el mismo orden mundial económico, político y social.
Todo se entiende mejor con un modelo
Peter Hagget, en su obra Geography, a global synthesis, propone un sencillo esquema para comprender los pasos que siguen las empresas multinacionales en su camino hacia la deslocalización casi total de algunas de sus funciones.
Para empezar hay que distinguir entre las distintas tareas o tipos de funciones que tienen lugar dentro de una empresa multinacional, de grandes dimensiones. Es un aspecto importante porque, a la hora de deslocalizar, importa mucho qué tarea vayas a delegar en los trabajadores de un país extranjero.
No todas las funciones tienen un mismo rango o nivel. Las funciones de dirección y de gestión general de la empresa son las más importantes, y por tanto las de mayor rango. Una empresa no va a deslocalizar a su equipo de directivos o a sus ejecutivos más importantes. Por otro lado están las funciones de administración, que se encargan de gestionar determinadas áreas o departamentos dentro de la propia empresa. Finalmente, para explicar de manera simplificada el proceso de deslocalización, podemos distinguir un tercer nivel o tipo de funciones que serían las de producción. Estas ocupan el menor rango, ya que son las que menos cualificación requieren, y las que menos valor añadido aportan a la empresa.
Las actividades de menor rango o de nivel inferior serán las más fácilmente ‘deslocalizables’. Son las actividades correspondientes a las etapas productivas menos remuneradoras, por ejemplo el ensamblaje. Mientras que la investigación, el desarrollo, el marketing o el diseño se mantienen en el país de origen, que suele ser un país occidental.
Como se puede ver en el siguiente esquema de síntesis, una empresa no sólo deslocaliza funciones productivas. No sólo encontramos a obreros en la India fabricando para empresas europeas, también podemos encontrar empleados en oficinas, con traje y que utilicen ordenadores. Las funciones de administración también se deslocalizan. Para gestionar la producción de otro país, lo mejor es llevar esa gestión a dicho país. Por eso en ciudades como Bombay o Yakarta están proliferando las oficinas en las que se realizan las llamadas back offices, tareas administrativas como la gestión, la contabilidad… etc.
De todas formas, aunque haya tareas de mayor rango deslocalizadas, el proceso siempre mantiene una jerarquía. La sede central estará siempre en una ciudad global de una potencia (occidental o emergente), y será desde allí desde donde se dirija la empresa en su totalidad. A partir de ese nivel, varios puntos pueden estar repartidos por el mundo para las tareas de la administración o la gestión. Estos se localizarán en grandes ciudades o ciudades de países de la periferia. Finalmente, las funciones de producción, localizadas en fábricas y zonas industriales, serán las más repartidas por el mapa y las que ocupen un nivel más bajo en el esquema jerárquico de una gran empresa.
La realidad: ¿cómo y qué se deslocaliza?
En el siguiente mapa podemos ver representado el fenómeno de la deslocalización, y observamos que se ha producido en dos fases diferentes. Primero ha tenido lugar una deslocalización de las multinacionales occidentales desde los espacios centrales (lo que podemos denominar la Tríada Económica), hacia los espacios periféricos (el espacio del Sur, con los países subdesarrollados, en desarrollo y emergentes). Después, observamos una ‘segunda fase de deslocalización’, en la que las empresas más grandes de las regiones emergentes trasladan algunas de sus funciones (las más básicas y que menos valor añadido aportan) a zonas menos desarrolladas. (para ampliar la imagen, pinchar sobre ella)
En el mapa observamos una tendencia clara a deslocalizar siempre desde zonas de un rango mayor hacia otras de nivel inferior. Se destacan tres zonas tradicionales de poder y dos nuevas zonas emergentes: Latinoamérica y Asia. La tendencia es descendente, desde los centros de más poder se deslocalizan actividades de las empresas hacia centros periféricos. Podemos distinguir dos tipos de deslocalización, o dos ‘fases’.
Primera fase: deslocalización tradicional
La primera fase tiene lugar desde los tres polos tradicionales de poder (EEUU+Canadá, Europa y Japón+Australia) hacia las principales áreas emergentes (México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Nigeria, Turquía, Subcontinente Indio, Sudeste Asiático, China).
Esta primera deslocalización se basa en la reducción de costes de producción. Las grandes empresas occidentales de los países centrales (empresas francesas, alemanas, estadounidenses, japonesas…) se encuentran con que determinadas actividades son más rentables si las realizan otro tipo de personas (menos cualificadas) en otro tipo de espacios (más periféricos).
Las actividades que se suelen deslocalizar son las más sencillas: producción manufacturera (fábricas) y administración y gestión de datos (oficinas). Otros procesos como la gestión central o la dirección se mantienen en los puntos de más alto rango (ciudades globales como Londres, Nueva York, París, Madrid, Tokio, Sidney…). Así se explica que en estas ciudades encontremos modernos rascacielos y centros de negocios de alto nivel. Las actividades que en ellos tienen lugar son de mucha importancia para las empresas (dirección, gestión, marketing, innovación, diseño, investigación, estrategia empresarial…)
Mientras tanto, en otras ciudades como Manila, Shanghai, Calcuta, Karachi, Sao Paulo o Bangkok se ocupan de la simple fabricación de los productos y, como mucho, de gestionar datos informáticos y contabilidad. Tareas sencillas para gente sencilla. Así es como funciona esta “primera fase” de la deslocalización empresarial.
Por ejemplo, la multinacional más importante de la industria del automóvil, Toyota, es líder del sector gracias a la innovación, al diseño, a la ingeniería y al marketing que hay detrás de cada uno de sus vehículos. Todas esas tareas (innovación, diseño, marketing…) se realizan en el país de origen de la empresa (en este caso, Japón). Son tareas demasiado importantes y de alto rango como para ser producidas por trabajadores filipinos o indonesios. En cambio, el proceso de fabricación del propio vehículo sí que depende de otros países. En el caso de Toyota, sus principales suministradores de piezas y componentes para automóviles se localizan en el Sudeste Asiático.
Segunda fase de deslocalización, un proceso reciente
Lo más interesante de la deslocalización a nivel global es un proceso concreto que está teniendo lugar desde hace pocos años. La ‘primera fase’ de la que hemos hablado cuenta con algunos más años de historia. Famosos son los productos ‘Made in china’ o ‘Made in Taiwan’, y todos sabíamos ya que es en la India, en Brasil o en China donde se fabrican las cosas, porque nos llegaban las típicas noticias de las malas condiciones laborales en las que trabajaban los obreros de estos países y porque era conocido que las empresas pagaban menos salario en aquéllos países.
Pero ahora las cosas han cambiado. Ahora los productos ‘Made in Taiwan’ son de un rango algo mayor, y ahora las grandes ciudades chinas han adquirido un nivel bastante más alto. En cierta medida, ya no son India o China los pobres desgraciados que tienen que fabricar a Occidente y encargarse de las tareas que las grandes empresas europeas y americanas no quieren realizar.
Ahora la India y China han alcanzado un nivel y un poder económico mucho mayor, de forma que se ha generado una nueva división de la ‘pirámide de rangos’. Si antes estaban Occidente en lo más alto y el resto del mundo en lo más bajo, en la actualidad algunos países han escapado de ese segundo escalón.
Esos países, que son principalmente India y China, ya no quieren ser el patio trasero de Occidente. Ya no se quieren encargar de las tareas poco cualificadas y sencillas. Una segunda fase de deslocalización se muestra en el mapa en flechas rojas, y muestra el mismo proceso que se ha descrito anteriormente, de forma que, desde un nivel más alto, se trasladan ciertas actividades a un nivel inferior.
Esta segunda deslocalización se basa en la cualificación creciente de la mano de obra en países de la periferia como China o la India, y consiste en que las grandes empresas de los países de la periferia traspasan actividades de producción o confección a otros países como Filipinas, Pakistán o Indonesia.
Las empresas que realizan esta deslocalización pueden tener relación con las multinacionales occidentales, pueden ser empresas subcontratadas por alguna corporación de Occidente que, a su vez, subcontratan o se van a fabricar a otros países. En este caso los productos de la empresa occidental habrán sido ‘deslocalizados’ dos veces.
Es especial el caso de Los Cuatro Tigres Asiáticos. Estos cuatro países (Corea del Sur, Taiwan, Hong-Kong y Singapur), están enmarcados geográficamente dentro de lo que tradicionalmente se ha conocido como la Periferia. Aun así, son cuatro economías que han crecido a un mayor ritmo que sus vecinos, y por ello son los que realizan con más facilidad esta ‘segunda deslocalización’.
Las empresas asiáticas con sede en Hong-Kong o Taiwan trasladan sus operaciones de menor rango a otros espacios menos desarrollados y donde pueden ser más rentables, como Malasia, Tailandia, Indonesia, Bangladesh… Mientras tanto, las empresas de Los Cuatro Tigres se quedan en sus propias ciudades realizando las tareas de dirección, gestión, innovación, investigación, marketing (tareas de mayor cualificación y mayor rango). Por eso mismo, debido a que son centros en los que se realizan actividades de alto rango, estas ciudades están adquiriendo cada vez más puntuación en los índices de globalidad (Seúl, Taipei, Singapur, Hong-Kong).
Así, nos encontramos con que ha habido un cambio importante en el tipo de exportaciones que estos países realizan. En la tabla anterior observamos datos muy interesantes sobre qué porcentaje del total de exportaciones representaban las prendas de vestir en algunos países asiáticos.
Vemos claramente que Hong-Kong, Corea o Taiwan han reducido drásticamente ese porcentaje. Esto quiere decir que han dejado de fabricar prendas de vestir. ¿Qué fabrican ahora? Productos más cualificados.
Por mucho que nos guste un vestido, no deja de ser una prenda de vestir, es decir, un producto sencillo y cuya confección no requiere de una alta cualificación de la mano de obra. Por consiguiente, tampoco se da una remuneración alta por su producción.
Lo que han hecho países como Taiwan, Corea o Hong-Kong ha sido dejar de producir productos textiles (y en general productos de baja cualificación), y pasar a ser productores de alta tecnología (productos más sofisticados). Este cambio en el tipo de producción y de exportación representa una importante variación en el tipo de economía que tiene un país. Está claro que los Cuatro Tigres Asiáticos han subido de escalón y han adquirido un rango superior. Quizás no alcancen los niveles de Nueva York, País o Tokio, pero han superado rápidamente a sus compañeros regionales.
Las actividades que requieren una cualificación más baja o que tienen una remuneración menor tienden a ser las que acaban deslocalizándose. Siempre se da una subcontratación de las funciones que no suponen ventajas competitivas (es decir, las funciones más básicas de las empresas). Las multinacionales occidentales (o las nuevas multinacionales de los países emergentes), delegan en empresas de países menos desarrollados (subcontratan) aquéllas actividades por las que pueden pagar un menor sueldo.
Por eso mismo un trabajador de una fábrica textil de Bangladesh cobra menos que un jefe de oficinas de Bombay, y por eso éste, a su vez, cobra menos que un ejecutivo de Londres. Son las tres etapas que se diferencian actualmente en los sucesivos procesos de deslocalización. Desde las potencias tradicionales hacia las potencias emergentes, y desde éstas hacia los países menos desarrollados.
Se puede decir que los ricos traspasan las actividades más sencillas a los lugares más pobres.
La deslocalización se fomenta desde ambos lados
Tanto desde las potencias tradicionales de Occidente, que como hemos visto son la cuna de las empresas multinacionales que más deslocalizan, como desde los países en desarrollo, que son los que reciben esa deslocalización, se hacen esfuerzos para que este proceso tenga lugar.
Las multinacionales europeas, norteamericanas o japonesas lo están deseando. Reducir costes pagando menos a más obreros, que trabajarán más horas, producirán más y habrá que pagarles menos que en Europa o en otro lugar del Primer Mundo. ¡Es genial! Para los empresarios del Primer Mundo.
Lo que puede parecer extraño (y no lo es), es el hecho de que desde el otro lado, desde el lado de los países pobres, también se hagan esfuerzos y se esté deseando recibir la deslocalización de las funciones de producción de empresas occidentales.
La deslocalización como proceso histórico reciente se considera uno de los problemas causados por la globalización económica. Principalmente debido a que se basa en un menor coste de la mano de obra (y por tanto salarios más bajos para las personas), legislaciones menos estrictas con la protección del medio ambiente, condiciones de trabajo más flexibles que permiten menos seguridad en el trabajo, mayor jornada laboral… etc.
En definitiva, el proceso de deslocalización lleva consigo una serie de aspectos negativos que no pueden pasarse por alto. Por eso mismo es destacable el apoyo que esta práctica, en principio occidental, recibe por parte de los gobiernos de países en desarrollo.
En países asiáticos y latinoamericanos se ha modificado la legislación para promover la llegada de empresas extranjeras que deslocalicen las funciones de producción. En México, por ejemplo, es famosa la ‘legislación de la maquiladora’. Una maquiladora es una empresa que importa materiales sin pagar aranceles y cuya producción se comercializa en el país de origen de la materia prima. Es decir, los materiales llegan desde países del Centro hasta otros de la Periferia para que empresas de allí realicen las tareas de confección, ensamblaje… Luego, el producto terminado vuelve al país del Centro para ser comercializado.
En México el personal ocupado por empresas maquiladoras supera el millón y medio de personas. Estos trabajadores, que se localizan en los estados de la frontera con EEUU (por motivos de cercanía para el movimiento de la mercancía), malviven en zonas especiales de producción, con condiciones laborales pésimas y poco salario. Se calcula que los empleados en este tipo de empresas cobra una octava parte de lo que cobraría por el mismo trabajo un obrero estadounidense.
Las empresas de Estados Unidos encuentran una gran reducción de costes deslocalizando las funciones de producción al otro lado de la frontera, en las zonas de las maquiladoras.
NOTICIA: Rechazan maquiladoras en el sureste de México (cimacnoticias.com.mx)
En China el gobierno fomenta la proliferación de las llamadas ‘zonas económicas especiales’ (ZEE), regiones geográficas que poseen leyes económicas y comerciales que se orientan a una economía de libre mercado al 100%. Mucho más ‘libre mercado’ que el que permiten las leyes típicas de cualquier país.
Las ZEE son zonas similares a las maquiladoras de México en cuanto a planteamiento y funcionamiento. Difieren en el tipo de actividades y de industria que en ellas se deslocaliza. Mientras que las maquiladoras realizan tareas manufactureras muy sencillas (confección, embalaje…), en las ZEE de China se ha alcanzado cierto grado de cualificación (no mucho), debido a que las empresas que deslocalizan en estas zonas especiales están más relacionadas con el sector tecnológico e informático. Su MP3 puede venir de una zona económica especial de alguna provincia china.
En la siguiente noticia podemos ver cómo el gobierno de Marruecos se prepara para recibir a empresas multinacionales. Se describe cómo el país va a poner en marcha una serie de zonas francas, con una legislación especial, para que las grandes firmas como Renault o Nissan puedan llegar a Marruecos a poner fábricas de ensamblaje o de producción de componentes. A un precio muy barato.
Así pues, aunque provoca desempleo en los países del Centro y fomenta la precariedad y las malas condiciones laborales en los países de la Periferia, el fenómeno de la deslocalización es uno de los pilares del sistema económico actual. Las grandes multinacionales no pueden imaginarse otro modus operandi que no sea la búsqueda desenfrenada de la reducción de costes, a toda costa. Los empresarios ven con alegría cómo sus cuentas y sus números van perfectamente, sin pensar que, detrás de esas cifras, hay personas.
Millones de familias tienen que vivir en zonas especiales, preparadas exclusivamente para que las personas sean esclavos del trabajo, junto a fábricas y rodeados de contaminación. Habitan en países en los que, además, sus propios gobiernos apoyan al empresario extranjero, que llega con bondad a dar trabajo a toda la población.
El proceso de la deslocalización nos muestra dos mundos, dos realidades. Vivimos en un mundo partido por la mitad. Uno es el mundo que conduce, viste y come, y el otro el que fabrica, cose y cultiva.
Fuente: PapelDePeriodico (uno de los blogs que sigo)